Su historia comienza con la separación de sus padres cuando tenía tan solo 12 años. Un evento que, paradójicamente, ocurrió en su cumpleaños. Tras la separación, Nahuel eligió vivir con su padre, mientras que sus hermanos tomaron caminos distintos. La ausencia de una figura que lo guiara lo llevó a una vida sin restricciones, y poco a poco, comenzó a experimentar con drogas como marihuana, cocaína, pastillas, LSD, pegamento y más.
A los 18 años, la relación con su padre se deterioró hasta el punto en que Nahuel fue expulsado de su hogar. Su madre le ofreció refugio y una oportunidad de cambio. Pero en ese momento, Nahuel era un joven que no veía una vida diferente, incluso junto a su madre. Fue entonces cuando su amigo, que había desaparecido durante un año y medio, regresó y reveló una transformación sorprendente. Nahuel le ofreció fumar, pero la respuesta fue diferente: “No, no fumo más gracias a Dios”.
Este amigo había encontrado ayuda en la Comunidad Cenáculo, una comunidad mariana católica que brinda apoyo a personas con problemas de adicción. La historia de esta transformación impactó a Nahuel y lo llevó a conocer la comunidad. Sin embargo, su ingreso no fue fácil, ya que era un escéptico que no creía en Dios. Pero la perseverancia lo llevó a superar las entrevistas de ingreso y a comenzar su proceso de recuperación.
En la Comunidad Cenáculo, Nahuel aprendió la importancia de la fe y la fuerza de la comunicación. Rezó y pidió ayuda a Dios, lo cual fue un punto de inflexión en su recuperación. Después de cinco años en la comunidad, donde se esperan tres años de compromiso, Nahuel eligió quedarse dos años adicionales para devolver y compartir todo lo que había aprendido.
Casi ocho meses después de su salida de la comunidad, Nahuel dedica su vida a ayudar a otros jóvenes que luchan contra la adicción. Realiza charlas en la parroquia Santa Rita en Villa Mercedes, donde comparte su testimonio y brinda apoyo a aquellos que buscan ayuda. Su enfoque incluye explicar cómo es la comunidad, las dificultades que enfrentan en el camino hacia la recuperación y, lo más importante, escuchar a los jóvenes para que sientan la confianza de compartir sus propias experiencias.
Las palabras de Nahuel son claras y directas: “Quiero dar a conocer a través de mi testimonio que se puede salir del flagelo de la droga si se quiere”. Él entiende las luchas que enfrentan los jóvenes que intentan dejar las drogas, desde las tentaciones de amigos hasta las dificultades de la abstinencia.
Su visión a largo plazo es inspiradora. Nahuel no considera su trabajo como un simple empleo, sino como una misión que Dios le ha encomendado. Quiere que más personas conozcan la comunidad y puedan recuperarse. Sueña con formar un grupo sólido en San Luis y establecer una comunidad allí, ya que actualmente, las casas de la Comunidad Cenáculo están en la provincia de Buenos Aires y Catamarca.
La historia de Nahuel Aramayo es un testimonio de superación, fortaleza y la capacidad de sanar. Su viaje desde las profundidades de la adicción hasta convertirse en un apoyo para otros jóvenes demuestra que un individuo puede marcar una diferencia significativa en la vida de quienes luchan contra las drogas. Nahuel, un hombre que una vez estuvo perdido en las sombras, ahora brilla como un faro de esperanza para otros. Su testimonio es un recordatorio de que siempre hay una oportunidad de cambio, y la comunicación, la fe y el apoyo pueden ser las claves para encontrarla.
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