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Villa Mercedes: Denunció a su suegro por abusar durante dos años de su hija

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J.Q. había notado un comportamiento un tanto raro en su hija, C. Desde hacía un tiempo veía que se exaltaba, se ponía nerviosa con facilidad. Le respondía de mala manera y lloraba mucho. “Se revolucionaba”, describió. En alguna ocasión le preguntó si se sentía bien, si había algo que quisiera contarle, pero la nena siempre le respondió que no. Hasta pensó en enviarla a un psicólogo para que empezara a hacer terapia, pero llegó a la conclusión de que ese cambio en sus actitudes se debía a su separación del padre biológico de la niña.

Eso creyó hasta hace unos días, cuando C. le reveló que en su teléfono había imágenes de sus dibujos animados favoritos besándose o desnudos porque “El Tata”, es decir el padre de su padrastro, le hacía ver eso. Y apenas terminó de decirlo, comenzó a agitarse. “Es malo ese hombre, me hace cosas feas”, le gritó, y le reveló que su abuelo había abusado de ella cuando tenía entre 8 y 10 años.

J.Q. ratificó su denuncia en el Juzgado de Instrucción Penal 1 de Villa Mercedes, a cargo del juez Alfredo Cuello. Allí la mujer volvió a relatar lo que denunció la semana pasada, cuando instó la acción penal apenas se enteró de los abusos.

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Contó que el jueves pasado le pidió el celular a su hija. Quería revisarlo para ver lo que la chica veía en internet. Fue así que descubrió que había visitado páginas con imágenes que “no son normales para una nena de 11 años”. “Eran imágenes de caricaturas que ella ve, pero con contenido sexual”, detalló. Le preguntó, entonces, si alguien más había usado su celular y la nena le contestó que sí, que su papá y la pareja de él solían pedírselo, pero no para navegar en la web sino para mandar mensajes o llamar.

En eso que la mujer la interrogaba, C. se alteró. Puso una mano en el pecho, como si le costara respirar, y le dijo que tenía que contarle lo que “El Tata D.” le había hecho hasta hacía un año y medio. Le narró que en diferentes ocasiones el hombre, además de mostrarle revistas pornográficas para enseñarle “cómo se hacían los bebés”, la había besado en la boca y “por todos lados”, la había manoseado y le hizo “otras cosas” después de desnudarse y quitarle la ropa a ella.

La nena le dijo que eso había empezado cuando ella tenía 8 o 9 años. D.G. abusó de ella hasta el 2020. Por lo general, lo hacía cuando bajaba el sol y ella estaba en su dormitorio y su hermano jugaba en el comedor.

Angustiada, la madre le preguntó si D.G. fue agresivo con ella, si alguna vez la había amenazado para que jamás contara lo que le hacía. Y C. le contestó que no, que él le prometía y le daba regalos, juguetes y ropa a cambio de que no dijera nada.

Aun así, la niña manifestó que no había hablado al respecto porque tenía miedo. Al mismo tiempo, pensaba que eso era normal, que no era la única niña que pasaba por eso. Narró que las últimas veces que el hombre cometió los abusos fueron cuando su cuerpo empezó a desarrollarse. Por eso, la denunciante calculaba que los ultrajes se extendieron hasta que C. cumplió los 10 años.

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